El mundo es un lugar mejor para todos si es sostenible. Diversos datos así lo demuestran. En la actualidad, el confinamiento por la crisis de la Covid-19 no solo ha contribuido a luchar contra la propagación de la enfermedad, sino que ha dado un respiro al medio ambiente. Ciudades como Madrid, Barcelona y Sevilla, con un tráfico mucho menor, bajaron el nivel de contaminación hasta unos registros históricos y una actividad industrial más reducida marcó otro ritmo en las emisiones de CO2.
Según datos aportados por la Organización Mundial de Meteorología, entre enero y abril de este año, las emisiones de CO2 disminuyeron de media un 8,6% con respecto a los valores del mismo periodo de 2019 e incluso llegaron a alcanzar el 17%. Con todo, las emisiones se mantuvieron en niveles de 2006, lo que para los expertos supone una muestra del drástico incremento a lo largo de los últimos 15 años y de la constante dependencia de los combustibles fósiles para la generación de energía.
El cambio climático no se ha frenado con la Covid-19, advierten los científicos, pero sí se ha convertido en una ocasión de oro para demostrar que nuevas fórmulas pueden ayudar a solucionar viejos problemas. “Nunca antes ha sido tan evidente la necesidad de aplicar transiciones limpias, inclusivas y a largo plazo que permitan afrontar la crisis climática y hacer realidad el desarrollo sostenible”, apunta António Guterres, Secretario General de las Naciones Unidas, en el informe United in Science 2020.
Para el responsable de Naciones Unidas, “debemos convertir la estrategia de recuperación de la pandemia en una auténtica oportunidad para forjar un futuro mejor. Necesitamos ciencia, solidaridad y soluciones”. El cambio climático avanza implacable y es urgente que los compromisos adoptados en los foros internacionales se conviertan en realidad, pero también requiere del trabajo conjunto de la sociedad –ciudadanía, Estado y empresas– y que haya una amplia concienciación social. Aquellas organizaciones de mayor tamaño están obligadas a liderar este trabajo conjunto.
Consciente de la necesidad de mejorar la salud del planeta –y la de todos–, Banco Santander tiene una hoja de ruta que marca el camino de centenares de proyectos sostenibles por todo el mundo. Uno de sus principales objetivos dentro de su estrategia de Banca Responsable es liderar la transición hacia una economía verde, aquella que sostiene que es posible lograr el bienestar social, al tiempo que se reducen los riesgos medioambientales, las amenazas ecológicas y, en consecuencia, económicas y humanitarias.
La entidad, reconocida como el banco más sostenible del mundo según el Down Jones Sustainability Index 2019, se ha comprometido a movilizar 220.000 millones de euros en financiación de proyectos verdes en todo el mundo hasta 2030 -120.000 de ellos entre 2019 y 2025- para la lucha contra el cambio climático, contribuyendo así al logro de los Objetivos de Desarrollo Sostenible de las Naciones Unidas. Ya solo el año pasado, movilizó 19 mil millones de euros en la llamada financiación verde.
“El reto no es solo financiar lo que ya es verde, sino hacer verde el resto de la economía”, explicaba Ana Botín, presidenta de Banco Santander en su perfil de LinkedIn. En la línea de esta afirmación, el banco se sumó en 2019 al Compromiso Colectivo de Acción por el Clima de Naciones Unidas para acelerar la transición del sector financiero hacia una economía baja en carbono, siempre necesaria para que el calentamiento global se mantenga por debajo de los 2 grados, procurando que sea inferior a 1,5 grados Celsius.
Con este objetivo, Botín se ha sumado a la Alianza para la Recuperación Verde promovida por el Parlamento Europeo para salir de la crisis económica ligada a la pandemia por la Covid-19, mediante la movilización paquetes de inversión verdes que actúen como aceleradores de una transición hacia una neutralidad climática y ecosistemas saludables. Precisamente a esa neutralidad en carbono es a lo que se ha comprometido la entidad para este año, compensando así todas las emisiones generadas en sus propias operaciones. De forma paralela, Banco Santander busca que para 2025, el 100% de la electricidad que utiliza provenga de fuentes renovables, habiendo alcanzado ya el 66%. Para ello, desde hace un tiempo la entidad mide su propia huella medioambiental.
Las energías renovables centran gran parte del trabajo que Santander lleva a cabo en este campo. Así, en 2019, el banco fue líder mundial en financiación de proyectos de energía renovable con una cartera total de esta clase de iniciativas de más de 10.030 millones de euros a cierre de año, repartidas en 17 países: 166 proyectos eólicos y 145 solares, con los que se ha evitado la emisión de 63 millones de toneladas de CO2.
Fruto de este liderazgo sostenible, la entidad desarrolla múltiples iniciativas globales y locales en todos los mercados en los que opera. Así, por ejemplo, en Polonia Banco Santander financia con 379 millones de euros la construcción de 128 plantas fotovoltaicas, a través de R.POWER, el desarrollador de proyectos fotovoltaicos líder del país. En otros como España, Alemania o México la financiación de viviendas que cumplan con los estándares medioambientales internacionales o la movilidad verde son dos de los focos de la entidad en este sentido. Mientras, en Brasil los esfuerzos están centrados en el desarrollo sostenible del Amazonas, a través de un plan conjunto en el que participan la entidad y los otros dos mayores bancos privados del país: Bradesco e Itaú Unibanco.